1era Visita al Borde de Fuga/de ánimas [Paseo]

1era Visita al Borde de Fuga/ de ánimas

Flâneur: Paula Guersenzvaig, Cristian Espinoza, Sebastian Pasquel
Registro Ph: Sebastian Pasquel, Cristian Espinoza / Registro Sonoro: Paula Guersenzvaig
Edición sonidos e imágenes: Cristian Espinoza
Borde del río de la Plata, Buenos Aires
3.3.2014

S: “estay loco weón (…) estay hablando de que las paredes te hablan”
R: “Las paredes hablan porque esas paredes son de barro. Y ese barro viene corriendo de las montañas.Y las montañas son metálicas. Y ese barro contiene todos los elementos que contiene una cinta magnetofónica, todos…y se activan, cuando la estática esta en el ambiente, se activan, y tú sientes los sonidos…”
La Sombra de Don Roberto, Documental de Juan Diego Spoerer

zoom al borde2En la ciudad de Buenos Aires, sus habitantes le suelen dar la espalda al río. Transitan por la ciudad como si este no existiese, y si uno olvida que existe, la ciudad parece que no terminara nunca, en ningún sitio, y parece también que uno hubiese estado en ella hace mil años.
Por esto, el borde es un lugar solitario. Incluso en los lugares más urbanizados, por ejemplo, la calle del aeropuerto aún con el ruido de los aviones, caminar por el borde es como estar en un limbo de silencio y suspensión.

No todos los bordes del mundo son así, naturalmente los hay de muchos tipos: los que se configuran como un anfiteatro al oceano (Valparaíso), los que se desdibujan al límite en que no se sabe exactamente cuando terminó o comenzó la ciudad (Mexico DF, Berlín), los que son directamente como un muro totalitario siempre presentes mostrándose como frontera infranqueable (la cordillera de Santiago).

Pero éste, el borde del río de la plata por la ribera de Buenos Aires, es uno de esos en que entrar en él es como desdoblarse del cuerpo, como cruzar un umbral en que se puede sentir con extrañeza la ciudad en la que uno se naturaliza , se siente en la espalda, detrás de uno.
En el borde de Buenos Aires uno se vuelve éxota: «se puede volver a sí mismo luego de haber atravesado lo diverso» (Radicante, N.Bourriaud) se puede volver a sentir como un cuerpo extraño en la sociedad que habita.
El borde del Río se siente como lugar de abandono, de despojo, donde la ciudad decanta. Pero por esto mismo, es el lugar que para nosotros, como santuario, nos permite salir de la entropía de la metrópolis y recordar porque llegamos a parar ahí. Es nuestro aparato despertador que nos recuerda que estamos de paso en ese lugar.

Con esto trato de traducir lo que sentimos en ese lugar y porque lo definimos como santuario, porque el fragmento del borde al que fuimos, con la apariencia de un acopiadero de escombros, se configuró para nosotros como un lugar de introspección y pausa.

BORDE DE ANIMAS
Las primeras noticias de que había un borde abandonado, fuera del imaginario que diagrama la ciudad, la tuve el año 2012 por los relatos de las frecuentes visitas de Armando, un fotógrafo caraqueño que registraba continuamente el límite de la reserva ecológica en busca de objetos que al comparecer fragmentados y en abandono producían para su cámara imágenes de profunda extrañeza y lejanía.

En una imagen que nos obsequió a un grupo de personas en un intercambio ATC, incluyó el siguiente texto: «un muro blando como una almohada». Se refería a la toma de un escombro, de un fragmento de un muro de algo que fue demolido y llevado hasta ahí de algún otro sitio de la ciudad.
Solo un fragmento de una piedra que él describía blando como una almohada…

Cuando fuimos con Paula y Sebastián en nuestro paseo comprendí a que se refería. Como escribí anteriormente el lugar nos pareció un santuario, los fragmentos que lo configuran y el horizonte del río omnipresente lo construían como ruinas llenas de aura más que como apilamiento de escombros, un Borde de Animas. Supongo que estábamos en lo que Foucault llama heterotopología «(…) esos espacios diferentes, esos otros lugares, esas impugnaciones míticas y reales del espacio en el que vivimos» en los que «resuenan todavía la duda y el júbilo de un pensamiento en proceso de formulación.» (Dos Conferencias Radiofónicas, M.Foucault)

ORGANISMOS VIBRANTES (Bitácora)
Con Paula fijamos atención en ciertos escombros, rellenos puestos ahí por palas mecánicas para asentar el borde, ahí máquinas sonoras.
Nos pareció que eran como organismos, máquinas, en permanente estado de vibración. Unas eran a escala humana, si uno se acostaba en ellas y otro golpeaba la enfierradura que salía como apéndice, el sonido amplificado por la mole de cemento producía una resonancia que llenaba cada cavidad de los cuerpos.

Naturalmente cada organismo de los que estaban desparramados tenía su propia sonoridad.  Estaban en una zona, como una especie de reserva de estas máquinas. Sebastián sugirió que eran los restos de edificios destruidos fatalmente hace muchos años. Esa fatalidad en lo que se nos presentaba re-configuraba aún mas ese territorio, esos vestigios nos pareció que eran ruinas desmembradas, reconstituidas como bloques con apéndices de metal, como resonadores. Entonces los hicimos sonar y los registramos.

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CATASTRO SOMERO DEL JARDIN DE ORGANISMOS VIBRANTES

BOCETO PARA UNA POSIBLE INTERVENCIÓN
PALABRAS CLAVES: TEJIDO, RESONADOR, PROPAGACIÓN, CUERDA
Luego de la visita dibujé e hice un collage boceteando lo que podría ser una segunda visita con el siguiente texto para Paula: «Creo que el lugar ya fué signado cuando hicimos comparecer su resonancia (Fué signado por nuestro recorte en que cobraron vida los organismos.)
Ya establecimos una cordenada que impide volver atrás. El territorio del borde dejó de ser un caos indiferenciado de escombros y se volvió una ruina, dejó de ser real para reducirse a nuestro mundo simbólico (estos seres sonoros).

Cuando nos reunimos a pensar en la siguiente reunión me dijiste que no querías construir una cosa artificialmente, porque lo que te hacía sentido estaba ya en esos objetos sonoros del borde (objetos ya construídos). Hasta ahí lo más verdadero, pero esos objetos dejaron de ser reales cuando actuamos sobre ellos y los recortamos. El paso del real al símbolo fué el placer de lo expresable (y de lo inteligible por sí), pero heredamos de eso también lo inalcanzable.

La propuesta es ir a buscar en aquello que nos excede, la construcción del “espacio” como modo de restitución ante la fatalidad de lo que ya ha sido hallado y a lo que se le ha dado lugar. Componer el siguiente deseo: que aquello que nos vino, permanezca como viniendo.(Inscripción en la Ciudad Abierta de Ritoque)

¿Se puede construí un territorio resonante? es decir, un territorio que no esté dormido? En un sentido que llamaremos provisoriamente poético, mientras los escombros funcionaban como escombros no eran más que seres dormidos, cuando comenzó su movimiento vibratil y sonoridad apareció su verídica dimensión como organismo, creo que podemos intentar experimentar traer a presencia la cualidad del lugar de ánimas como un auténtico acto de mediumnidad, traer los sonidos fantasmagóricos que comparecen en el borde como resonancia y propagación espectral.»

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